Entendí que pertenezco a la tierra y que la tierra me espera.
Ya no temo, será como volver a casa.
Entendí porque ardí bajo el fuego del amor
Y porque fui inundada
Entregrietas
El día que tú no ardas de amor, muchos morirán de frío.
viernes, 6 de enero de 2017
Eso es
Es
cuando dos pares de ojos se encuentran y dos miradas colisionan con un
chasquido, clac, y entonces el mundo entero se ilumina, lo verde, la
gente, las cosas feas y bonitas, los animales, incluso la basura y las
ruinas, todo reluce como recién fregado, todo brilla y tiene color,
hasta el anodino gris, hasta lo negro, hasta las cicatrices de la
piedra. El cielo se mueve en una danza lenta de nubes y en el mar la
cadencia de las olas es reminiscencia de infinitas y húmedas caderas.
¡Ah! ¡Cómo acaricia el viento, cómo volamos, cómo nos dejamos arrastrar
por su arrebato! ¿Y la noche? La noche es entonces más oscura y más
suave, con sueños reales y profundos, donde besar es en verdad besar y
las palabras no necesitan ser dichas en el silencio quieto de la noche,
la noche que puede ser fría como el cristal o caliente como piel contra
piel y piernas enredadas. Y palpita y respira como un niño dormido, sin
temor al despertar ni a la nueva mañana.
miércoles, 6 de enero de 2016
De magia y otros milagros
Mira, apenas
he dormido después de una eternidad
anhelando lo
que traería la magia esta mañana
como una
niña, como la niña
buscando por
todos los rincones de la casa
ese deseo,
esa sorpresa, a ti que jamás llegas
Escucha,
abrí los ojos y no estaban los presentes
ni, lo que
es peor, la sombra muda de tu cuerpo
como un
niña, como la niña
impaciente
descorro las cortinas y desde un cielo
hielo
azulete la luna guasona sonreía
Sonríe tú, no
importa ya que el infinito se nos acabe
ni que
agonice la promesa que reparte la magia
como una
niña, como la niña
seguiré escarbando
detrás de relojes rezagados
y marcos con
polvorientas fotos amarillas
Toca, ya sé
que son las tantas pero la piel chispea aún
para tus
dedos y llora el rocío que acallará tu sed
como una
niña, como la niña
juego a inventarte
y besar tu boca cada madrugada
a ti, que
fuiste todo para mí, excepto mío
viernes, 1 de enero de 2016
Reset a la esperanza
Viernes 1 de enero de 2016 y ya estamos en un nuevo ciclo después de haber reseteado nuestra esperanza dándole una nueva oportunidad más. Otro año que empieza con la pueril ingenuidad de que cerramos una puerta dejando atrás los sufrimientos, pérdidas o decepciones que pasamos durante los doce meses anteriores, y abriendo una nueva cancela tras la cual nos saldrá al encuentro eso que llevamos esperando pacientemente toda la vida.
Si, si, si… nos decimos que será durante este año cuando llegará por fin la oportunidad de hacer realidad ese sueño de trabajo, de amor, de paz, de libertad o simplemente de poder pagar los recibos y vivir con dignidad. Hay sueños que no deberían ser sueños, pero para mucha gente lo son. Un plato de comida, un sueño. Un techo, un sueño. No ser violentado, un sueño. Un medicamento, un sueño. Un abrazo sincero, un sueño. No ver llorar a tus hijos, un sueño. Así es este mundo en el que anoche voceamos la palabra “feliz” tantas veces como si no hubiese un mañana, obviando que para la mayor parte de la humanidad de sus sueños dependen sus vidas y que la felicidad no es más que un lujo en el que ni se atreven a pensar.
¿Qué es la felicidad? Creo que lo que más se acerca a la definición de felicidad es disfrutar de equilibrio, calma, seguridad, libertad, afecto y, por supuesto, tener las necesidades básicas vitales cubiertas. Y claro que yo también deseé felicidad a todos. Como un loro entre muchos más repetí hasta el aburrimiento el manido Feliz Año Nuevo, porque me salió del corazón y porque de verdad es lo que deseo a todo el mundo, aunque para todos la palabra no tenga el mismo significado pues no todo el mundo tiene la misma situación ni la misma suerte.
Viernes con traje de domingo y ya está aquí el naciente año cargado de nuevas esperanzas aunque en el fondo sospechamos que no, creo que sabemos que lo único que pasa a la par que las hojas del calendario es el tiempo implacable y, por ley de vida, cada vez estamos más viejos, más solos y más cansados, pero no hay nada como la anestesia del autoengaño y por eso igualmente seguimos poniendo en práctica esos rituales que alborotan el mundo entero con fiestas, buenos deseos, bolas que caen, uvas, campanadas, besos, banquetes, bailes, borracheras…todo adornado con el rojo del amor, el verde de la esperanza y el dorado del dinero.
Bueno, yo no los sigo, los rituales digo. Después de desear felicidad a raudales a familia y amigos, desconecté internet y móvil, cené algo igual que cualquier noche y me tumbé en la cama con una copa de vino y una película. No tomé uvas, pero me troceé 12 taquitos de piña que me comí a las 11 de la noche porque me apetecía con el vino (las uvas me las bebí). Creo que no llegué a las campanadas -que no hubiese visto porque no tengo televisión-, la película era un tostón y me quedé frita.
Y ahora me preguntan que si no me entristece pasar sola una noche así. ¿Una noche cómo? No me entristece, hago justo lo que quiero y, por elección propia, paso sola las noches desde hace años. Además estoy lo bastante crecidita para haber tenido nocheviejas de todo tipo, desde la primera a los 14 años que me sentó como el culo el champan y acabé llorando en una esquina porque el chico al que yo quería ni me miraba hasta otras que ni recuerdo -y mejor que ni las recuerde porque creo que aún me avergonzarían 30 años después-, pasando por algunas felices en USA o Roma, otras deprimida y enferma, algunas divertidas, otras desesperada. De todo, como en la vida de cualquier vida vivida. ¿La que mejor recuerdo? La de mis 20 años con mi hija, que nació unos días después, pateándome la panza con saña, impaciente por salir. Fue una noche dolorosa y triste (por causas ajenas a la niña) pero no me sentí sola. Ella estaba conmigo.
Por supuesto, mi hija voló hace mucho tiempo dejándome una cicatriz de amor en el vientre y en el alma, como es de justicia que sea, y anoche, igual que hace tantas noches, la pasé con Nero, mi peludo y fiel compañero. Esta mañana, poco después del amanecer, hemos hecho lo que más disfruto de este primer día del año, salir a caminar por las calles vacías de gente y coches y saborear esa sensación de que el mundo, silencioso, limpio y despertando por primera vez, te pertenece y te permite regocijarte en esa libertad que sólo da la soledad más absoluta.
El sol radiante, aún bajo, se reflejaba en la blanca casa encalada del final
del paseo como si la incendiase, purificándola. He mirado fijamente la luz dorada desafiándola, que me ha cegado sí, pero también me ha acariciado cálidamente el rostro y me ha encendido el corazón. Por cosas así, y en contra de todo lo que me dice el sentido común, hoy me pregunto ¿será este año finalmente en el que mi sueño se hará realidad? Y seguiré caminando por si acaso me sale al encuentro. ¡Qué le vamos a hacer! Yo, infectada desde el día de mi nacimiento con la enfermedad del soñador, creo en los milagros y creo en la magia. Y creo en ti y en mí. En nosotros.
Robert Doisneau: The Lodgers,
1962
viernes, 18 de diciembre de 2015
Mujer y super poderes
‘Chica Maravilla’. El espejo es amable. Sonriendo todo el tiempo con
ojos curiosos, la piel tersa y carnes prietas y en su sitio, a los 20
la mujer puede casi con cualquier cosa sin tener ni que chasquear los
dedos. La vida es un jardín y ella (todavía) la dueña de la manzana.
Puede estudiar o bailar toda la noche, camelar a papá y mamá para ese
vestidito o esa fiesta, las resacas apenas le dejan huella y los
hombres, sobre todo bartolos de 40 para arriba, babean embelesados y le
ríen cualquier cosa que haga o diga, así tenga maldita la gracia.
‘Mujer Bomba’. De tiempo, claro. A los 30 el tiempo es el enemigo a batir. El implacable tiempo que recuerda toda esa gente bienintencionada con sus “se te va a pasar el arroz” o la cara de muchos hombres antes de huir despavoridos ante el mito del tic tac del reloj biológico, hombres que en cada abrazo ven amenaza de bodas e hijos, mientras ella lucha como un titán por un lugar en el cada vez más árido mundo laboral y un hogar, dulce hogar, del que no pueda echarte el banco, a ser posible.
‘Super Woman’. Puedes, tú puedes. Podemos. A los 40 la mujer puede con todo, o eso cree. Jefes, parejas o ex parejas, hijos, mascotas, comunidades de vecinos, el del banco y el cartero con sus temibles notificaciones, la cola del paro, los padres, los cuñaos, el gimnasio, el ginecólogo, la limpieza, la depilación, el amante, las vacaciones familiares, la celulitis, la lista de la compra, las salidas a ¿ligar? un sábado al mes, el cada vez más escaso sexo…BASTA. Podemos si, pero no debería darnos la gana. ¿Liberación de la mujer? Señoras, nos la metieron doblada y no dio tanto gusto como prometía.
‘Mujer Invisible’. Desde el día del primer “señora” en la cola del super a poder hacer lo que le da la gana, no pasa mucho tiempo. A los 50 la mujer se va difuminando mezclada con el paisaje. Los pocos albañiles que quedan ya no se vuelven a su paso, los hijos se cruzan con ella como con un espectro, el marido, si lo hay, la atraviesa con la mirada y sigue con su partido en la TV, por no hablar de si busca un nuevo trabajo o pareja… (el del banco es el único que sigue sin olvidarla). Parece terrible, pero no. Un día, la mujer empieza a reírse de todo, bailar o escaparse cuando nadie la ve y cuando la quieren buscar, ya esta muy lejos. Además, perros y gatos, que se guían por el olfato, la siguen “viendo”.
‘Super Abuela’. De repente está de nuevo en todas partes. A los 60 te encuentras a las mujeres en los bailes de salón, haciendo taichi a la orilla del mar, en las playas nudistas, en los baratillos benéficos, en la Toscana, Lisboa, Praga o Sevilla con los viajes del Inserso. Y, como no, rodeada de niños en fiestas infantiles, jardines y pediatras. No, no ha vuelto a los 30, pero los hijos (la crisis, ya se sabe) muchas veces han vuelto a casa o, en su defecto, les encasquetan a los nietos y ellas, cansadas pero incapaces de decir no, son felices con esa segunda crianza y ese segundo renacimiento del deseo. Porque hasta ligan más que las de 40 o 50. En serio.
‘Mujer Corazón’. Se mira en el espejo y lo que ve reflejado no tiene que ver con lo que siente en sus sueños y en su pensamiento. A los 70 la mujer está harta de gastar pañuelos en despedidas, está cansada de pérdidas… Y siente que se acerca de nuevo la invisibilidad, que está vez tiene la mala pinta de ser definitiva. El mundo, de momento, sigue girando. La vida y la gente siguen adelante con sus asuntos pero a ella las piernas ya no le dan para la maratón ni seguir el ritmo. Siempre fieles, perros y gatos siguen necesitándola y amándola como el primer día. Y de su corazón, aunque no lo oiga nadie, le sale un grito ¡Forever 18!
‘Mujer Bomba’. De tiempo, claro. A los 30 el tiempo es el enemigo a batir. El implacable tiempo que recuerda toda esa gente bienintencionada con sus “se te va a pasar el arroz” o la cara de muchos hombres antes de huir despavoridos ante el mito del tic tac del reloj biológico, hombres que en cada abrazo ven amenaza de bodas e hijos, mientras ella lucha como un titán por un lugar en el cada vez más árido mundo laboral y un hogar, dulce hogar, del que no pueda echarte el banco, a ser posible.
‘Super Woman’. Puedes, tú puedes. Podemos. A los 40 la mujer puede con todo, o eso cree. Jefes, parejas o ex parejas, hijos, mascotas, comunidades de vecinos, el del banco y el cartero con sus temibles notificaciones, la cola del paro, los padres, los cuñaos, el gimnasio, el ginecólogo, la limpieza, la depilación, el amante, las vacaciones familiares, la celulitis, la lista de la compra, las salidas a ¿ligar? un sábado al mes, el cada vez más escaso sexo…BASTA. Podemos si, pero no debería darnos la gana. ¿Liberación de la mujer? Señoras, nos la metieron doblada y no dio tanto gusto como prometía.
‘Mujer Invisible’. Desde el día del primer “señora” en la cola del super a poder hacer lo que le da la gana, no pasa mucho tiempo. A los 50 la mujer se va difuminando mezclada con el paisaje. Los pocos albañiles que quedan ya no se vuelven a su paso, los hijos se cruzan con ella como con un espectro, el marido, si lo hay, la atraviesa con la mirada y sigue con su partido en la TV, por no hablar de si busca un nuevo trabajo o pareja… (el del banco es el único que sigue sin olvidarla). Parece terrible, pero no. Un día, la mujer empieza a reírse de todo, bailar o escaparse cuando nadie la ve y cuando la quieren buscar, ya esta muy lejos. Además, perros y gatos, que se guían por el olfato, la siguen “viendo”.
‘Super Abuela’. De repente está de nuevo en todas partes. A los 60 te encuentras a las mujeres en los bailes de salón, haciendo taichi a la orilla del mar, en las playas nudistas, en los baratillos benéficos, en la Toscana, Lisboa, Praga o Sevilla con los viajes del Inserso. Y, como no, rodeada de niños en fiestas infantiles, jardines y pediatras. No, no ha vuelto a los 30, pero los hijos (la crisis, ya se sabe) muchas veces han vuelto a casa o, en su defecto, les encasquetan a los nietos y ellas, cansadas pero incapaces de decir no, son felices con esa segunda crianza y ese segundo renacimiento del deseo. Porque hasta ligan más que las de 40 o 50. En serio.
‘Mujer Corazón’. Se mira en el espejo y lo que ve reflejado no tiene que ver con lo que siente en sus sueños y en su pensamiento. A los 70 la mujer está harta de gastar pañuelos en despedidas, está cansada de pérdidas… Y siente que se acerca de nuevo la invisibilidad, que está vez tiene la mala pinta de ser definitiva. El mundo, de momento, sigue girando. La vida y la gente siguen adelante con sus asuntos pero a ella las piernas ya no le dan para la maratón ni seguir el ritmo. Siempre fieles, perros y gatos siguen necesitándola y amándola como el primer día. Y de su corazón, aunque no lo oiga nadie, le sale un grito ¡Forever 18!
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Reescribiendo
Sólo queda el lenguaje para inventarte para inventarme para decir lo
indecible y para vivir en la última página de tu historia. Me desnudo
con las mismas palabras con las que te
adorno. Mi piel es tu vestido. Hoy estoy porque doy, ¿cuál es la
diferencia? Y escribo porque no sé de que otro modo puedo callar este
secreto.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
El hombre que tú no eres
Me pides que
escriba una historia de dos soledades. Una historia de amor y deseo. Me pides
que cuente nuestra historia. Me pides que escriba sobre ti y sobre mí, sobre
nosotros. Ya ves, después de robarme el corazón, de jugar con mi cuerpo a tu
antojo, de infiltrarte como un espía en mis sueños, de adueñarte de mis
pensamientos, aún quieres algo más, quieres estar también en uno de mis tontos
cuentos, deseas también volverte fugazmente
inmortal en las hojas en blanco que me pertenecen.
Pero no lo
haré, no lo haré mientras no me devuelvas mi soledad diáfana y limpia, mi
soledad clara, mi soledad vacía, esa soledad que has poblado con tu ausencia y
tus silencios. Mi soledad donde ahora resuenan el eco de tu recuerdo y de tu
risa al compás del tic tac del tiempo en mi inútil espera. Te has quedado
dormido en mi soledad y ya ni siquiera ella me pertenece. Así que no lo haré,
mi amor, no escribiré sobre ti. Escribiré quizás algo sobre el hombre que no
eres, aquel que quise imaginar que eras pero que tú no eres.
El hombre que
tú no eres aparece como un suave sol en el principio de un cálido verano, me
hace el amor por vez primera y me dice al oído, antes de marcharse, que soy
maravillosa. Llama a la mañana siguiente para preguntar dulcemente si aún no lo
olvidé. Aparece por sorpresa a compartir un rápido café o por el simple placer de
besar mis labios brevemente. Envía inesperados mensajes al móvil para
recordarme que añora mis ojos y que su piel aún sigue impregnada de mi olor.
Ese que tú no
eres recorre con su boca cada centímetro de mi cuerpo, bucea hasta quedarse sin
aliento en una inagotable y entregada búsqueda de mi placer, agota los juegos
del amor en cada encuentro como si cada uno de ellos fuese el primero y el último,
fija su mirada en mí y sonríe con cada culminación del deseo… y en sus ojos leo
un llanto mudo cada vez que me alejo.
Ese que tú no
eres me trae en un loco arrebato su canción favorita de la semana para bailarla
conmigo y cantármela al oído. Me escribe un cursi y tierno poema repleto de
pasión, roba una flor en cualquier jardín para entregármela besando mi mano. Me
regala, con gran ceremonia, una pequeña pulsera de cuero envuelta con esmero en
un viejo periódico y, sobre todo, como un niño juega a hacerme sonreír.
El hombre que
tú no eres sabe cual es mi color favorito, mi sabor preferido, conoce el
perfume que uso o que no uso. Sabe si prefiero la mañana o la noche, la luna o
el sol, el frío o el calor. Sabe los terrones de azúcar que endulzan mi café y cuanta es la sal y las lágrimas que
hay en mi vida. Conoce las canciones que me hacen llorar y los chistes con los
que me carcajeo. Quiere entrar en mis sueños más locos y ser parte viva de
ellos.
Ese que tú no
eres llama con cualquier excusa para interesarse por mi trabajo, para saber si
me siento feliz o tengo uno de mis días malos, para acompañarme desde el otro
lado de la línea en mis silencios o en mis inesperadas tristezas. Corre, en
cuanto puede, a abrazarme para protegerme de las tormentas que me arrasan el
alma de cuando en cuando. Corre a mi lado si estoy enferma o siento frío. Está
conmigo cada vez que me asalta la imperiosa ansia de su piel o de sus besos.
El hombre que
tú no eres pronuncia las palabras que amo, pronuncia la palabra respeto,
corazón, amistad, complicidad, amabilidad, pasión, afinidad o poesía y borra de
su vocabulario las palabras que detesto, nunca más nombra la traición, la
mentira, la insensibilidad, la indiferencia, el egoísmo, la cobardía...
Ese que tú no
eres no está las veinticuatro horas del día conmigo, ni los siete días de la
semana, pero aún así lo siento a mi lado, protegiendo a la niña, escondida bajo
un rotundo cuerpo de mujer, de los oscuros fantasmas que la acechan. Ese que tú
no eres no duerme siempre a mi lado pero se que vela mi sueño desde su cama y me
adormezco plácidamente.
El hombre que
tú no eres quizás tampoco me ame todavía, pero estudia a fondo la geografía de
mi corazón para conocerme y quererme. Respeta mis vuelos a ningún lugar y
espera mi regreso para comprobar si volví intacta o curar mis heridas si es
necesario.
El hombre que
tú no eres se ríe conmigo y no de mí, llora conmigo y no sólo por él, se mira
en el espejo de mis ojos y no siente miedo, me entrega su corazón roto a cambio
del mío con toda confianza.
El hombre que
tú no eres es música, alegres poemas, sueños, esperanza, sonrisas, calor... Y tú
ya me enseñaste bien que nunca serás el hombre que no eres. Porque el hombre
que tú no eres fue mi sueño, mi creación, mi deseo más loco e imposible.
Así que ya
ves, tú, que has traído un viento helado en este tórrido julio, pretendes que
escriba sobre ti, que cuente nuestra historia.
Tú, que eres
hielo en el abrasador verano. Tú, que eres una historia invernal en la calina,
tendrás que esperar el cambio de estación, amor, tendrás que esperar a que
acorte el día, tendrás que esperar que vuelvan la lluvia y el frío y quizás
entonces pueda escribir sobre ti, sobre nosotros, sobre esa historia triste de
dos soledades y dos deseos que no se
encontraron en ningún punto del camino. Por que ahora eres la historia de un
corazón de hielo en la ardiente arena de mi playa, eso eres tú.
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